Es muy triste ver a las personas apesadumbradas, pero es más lamentable cuando observamos que muchos creyentes viven continuamente aburridos. Es como si no tuvieran “nuevas de gran gozo”. No hay una nota de alegría en sus corazones, es como si para estos hermanos el Evangelio no fuera un mensaje renovador; han hecho de la tristeza una compañera inseparable. Se “casaron” con ella. Sus vidas son un “rosario de lamentos”, llanto, quejas y acusaciones. Su rostro es el reflejo de un alma enferma, y no han permitido que el Señor les de “…alegría a su corazón.” (Salmo 4:7). Es importante meditar en el Salmo 100, versos uno y dos: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra. Servid a Jehová con alegría; Venid ante su presencia con regocijo.” ¡Qué palabras tan estimulantes! “…Servid a Jehová con alegría… Venid ante Él con regocijo.” Estas palabras son un poderoso antídoto contra la tristeza. Es verdad que tenemos momentos de desanimo, preocupaciones y melancolía. Nuestra naturaleza es débil, mas no debemos permitir que la amargura eche raíces en nuestros corazones.
El fruto maravilloso del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad,
fidelidad, humildad y dominio propio.
Gálatas 5:22-23